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Jair Bolsonaro, un antiguo militar extremista que puede pasar a ser un presidente efímero

Jair Bolsonaro.
Jair Bolsonaro.
Henar de Pedro
Jair Bolsonaro.

"Brasil por encima de todo. Dios encima de todos". Con ese lema se presentó a las elecciones de 2018 en Brasil un Jair Bolsonaro que entonces supo canalizar el descontento de una sociedad sumida en una crisis perenne. Hasta llegar al Partido Liberal Social, Bolsonaro pasó por otras ocho formaciones políticas; una insistencia que le llevó a una victoria electoral la cual empujó al país latinoamericano a una ideología radical que tuvo y tiene como referencia, por ejemplo, a Donald Trump. Bolsonaro entonces ganó, y ahora quiere repetir. Pero los sondeos no van en esa dirección: puede quedarse en un presidente efímero.

Pero, ¿quién es realmente Jair Bolsonaro? Aunque se define como un político de centroderecha, su cercanía con la derecha radical le ha convertido en uno de los referentes de la ideología: del nacionalismo al antindigenismo pasando por un populismo extremista que se muestra en su rechazo al colectivo LGTBI, el ecologismo o el feminismo. Es ultraconservador y ultraliberal, y durante su mandato ha recortado las protecciones precisamente a las poblaciones indígenas. Además, ha sido acusado en numerosas ocasiones de vulnerar la independencia judicial.

Un pilar fundamental en Bolsonaro es la religión, tanto a nivel personal como en lo que se refiere a la carrera política. Hace cuatro años ganó las elecciones teniendo a la Iglesia como sostén, porque ese elemento fue decisivo en su campaña: Brasil es, de hecho, el país con mayor número de católicos en el mundo y donde el 22% se declara evangélico. Bolsonaro ha trasladado así a su faceta de dirigente una fe importante que mostró desde que era joven, acompañando a otro factor fundamental como es el Ejército. De hecho, su afán por las fuerzas armadas inició en su niñez, durante la dictadura, de la que es nostálgico y que ha reivindicado en numerosas ocasiones.

La Iglesia, pilar fundamental en su victoria

La victoria de Bolsonaro fue particular, pues estuvo apoyada en grupos sociales muy concretos y, además, no se dio por un margen demasiado amplio (once puntos) sobre Fernando Haddad, el candidato progresista que heredó el papel de Lula una vez que este no pudo presentarse a las elecciones por sus causas judiciales entonces abiertas. Además de la 'pata' evangélica, respaldaron también a Bolsonaro los empresarios (y la parte de los ciudadanos con rentas más altas). 

Además, se hizo cargo el actual presidente del descontento con las políticas fallidas de un Lula tocado por su proceso judicial posteriormente anulado. El sector de los líderes agrícolas y el sector de la población preocupado por la violencia. Como la derecha radical a lo largo de todo el mundo, Bolsonaro vehiculó las pretensiones de la población decepcionada o desencantada con la política, e hizo una defensa cerrada de "la ley y el orden" para Brasil, un ideario heredado de su paso por el ala más dura de las fuerzas armadas del país en tiempos de gobiernos autoritarios.

En lo que se refiere a la política nacional hay tres cuestiones que han marcado el mandato de Bolsonaro: la pandemia, la crisis económica y la presencia de Sergio Moro en su gabinete. La Covid-19 ha sido de hecho la cryptonita para un presidente ya de por sí cuestionado. Durante las primeras semanas de la crisis sanitaria Jair Bolsonaro negó la intensidad del virus y acabó destituyendo a dos ministros de Sanidad. Brasil llegó a ser el segundo país del mundo con más casos y su líder siempre estuvo en contra de los confinamientos generalizados además de 'comprar' las teorías conspiranoicas sobre el origen de la emergencia, emulando a su referente Donald Trump.

Su objetivo siempre fue priorizar la economía frente a la gestión sanitaria y tuvo que remodelar su Gobierno en solo un mes dos veces para conseguirlo: en solo treinta días cayeron dos ministros de Sanidad. El primero, Luiz Henrique Mandetta, contradijo el plan de Bolsonaro y con solo un mes desde el estallido de la pandemia perdió su puesto; el segundo, Nelson Teich, dimitió directamente por los mismos motivos. Ya con el general Eduardo Pazuello el presidente vio colmadas sus peticiones. Los niveles de aprobación, en todo caso, se han mantenido muy bajos durante toda la crisis.

El caso de Sergio Moro

A esto también se une que nombrase como ministro de Justicia a Sergio Moro, el que fuera juez encargado de mandar a Lula da Silva a prisión. Las causas contra el expresidente fueron anuladas precisamente por las implicaciones políticas del magistrado y Moro tuvo que dimitir también en cuestión de poco tiempo. Esa situación restó todavía más credibilidad al Ejecutivo de Bolsonaro. La relación entre el todavía presidente y su exministro es de hecho muy mala en la actualidad porque el segundo acusó al primero de querer intervenir directamente en las investigaciones que se mantienen abiertas contra su familia, algo que en efecto el propio Bolsonaro acabó reconociendo.

La política exterior también ha tenido una línea muy clara: cercanía con Estados Unidos durante la era de Trump y ruptura de relaciones con Venezuela o Cuba. En un primer momento trató de implantar una suerte de proteccionismo, abandonando un multilateralismo clásico que se había dado en Brasil a lo largo de los años. No obstante, en los últimos tiempos también ha tenido guiños hacia Rusia. Sin ir más lejos, Jair Bolsonaro visitó a Vladimir Putin en Moscú solo unos días después de que se iniciase la invasión de Ucrania. 

Equidistancia sobre Ucrania

"Fue él quien buscó una conversación con nosotros. Y le dije enseguida que hablaría con él, sí. Él tiene un gran país que dirigir", ha reconocido Bolsonaro, quien ha asegurado que "todo lo acordado" entre él y el presidente Putin "se está cumpliendo". Evidenció así su buena sintonía con Rusia, pero al mismo tiempo aseguró conocer "la solución" para el conflicto y prometió comunicársela a Zelenski. Esa equidistancia ha marcado su política en los últimos meses.

Jair Bolsonaro no es favorito para repetir y sus cuatro años en el poder han sido una cadena de polémicas. Sus planes no cambian y así lo ha hecho saber durante la campaña, pero ahora ya no es el agitador que ganó en 2018, sino que será juzgado (electoralmente) tras haber asumido el poder. Solo las urnas dirán si se convierte en un presidente efímero.

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